lunes, 25 de octubre de 2010

MITOS EN LA RELACIÓN DE PAREJA

Al abrir mi ordenador hoy me he encontrado este artículo en Yahoo. Normalmente no me resultan demasiado interesantes, pero en esta ocasión toca un tema que siento que es fundamental para quienes hemos decidido y apostado por asumir un grado óptimo de conciencia en nuestras vidas.

Alrededor de las relaciones íntimas hay muchos mitos creados que resultan ser destructivos, para nosotras, para ellos, para nuestros hijos e hijas, y para la relación.

¡Ya es hora de que nos vayamos enterando!

Si no lo habéis leído ya en Yahoo, os invito a que lo hagáis aquí:

“La pareja sólo se justifica si es un espacio de crecimiento y mejora individual y conjunto”, asegura la psicóloga Mercé Conangla, pero ¿cómo alcanzar el perfecto equilibrio entre dos personas? Llenar nuestra vida de sentido para compartir lo mejor de nosotros es uno de los ingredientes básicos. Pero hay más.

Dos personas, dos orígenes, dos caracteres... y un mismo escenario. Buscamos las claves para encontrar una solución equilibrada a los pareceres distintos de los miembros de una pareja, sin que ninguno de los dos sienta ahogada su esencia, y para evitar que nuestra vida diaria se convierta en un campo de minas, de roces tras roces. Tres expertos nos dan los pilares donde asentar nuestra relación; el resto, actuar, nos corresponde a nosotros. Ellos son Mercé Conangla, psicóloga y cofundadora de la Fundación Ambit, de Barcelona; Félix López, catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, y Carmen Campo, psicóloga clínica, especialista en terapia de pareja y subdirectora de la Escuela de Terapia Familiar del hospital de la Santa Cruz y San Pablo, de Barcelona.

Falsos mitos, grandes errores
Las creencias determinan nuestras conductas y hay algunas creencias sobre el amor, la pareja y las relaciones que no sólo no ayudan, sino que, además, dificultan su cuidado y crecimiento. Mercé Conangla recuerda alguna de esas falsas creencias que debemos desechar:

* El mito de la media naranja. Es un error pensar que existe un alma gemela porque si la relación falla, nos hace pensar que hemos elegido a la persona incorrecta y no nos planteamos mejorar como personas y nuestra forma de amar. Además, si sólo somos medias naranjas, se deduce que no somos seres completos y que nuestra realización pasará por estar con el otro. Es esencial continuar creciendo, cultivar nuestras relaciones personales e intereses y resguardar espacios para estar solos.

* El amor es sacrificio. No. El amor es libertad, responsabilidad, compromiso y generosidad. Si nos pide que dejemos de ser nosotros mismos o que sacrifiquemos nuestro proyecto personal deja de ser amor.

* Yo lo cambiaré. Es una energía mal invertida que podríamos dedicar a mejorar nosotros mismos. Es injusto pedir al otro que no sea él. Si queremos cambiarle, deberíamos reflexionar si hemos elegido bien. De­­bemos preservar los espacios individuales y la intimidad del otro.

* Llenaré todo su mundo. Es imposible, a no ser que sea un mundo muy pequeño. Debemos llenar nuestra vida de sentido y así podremos compartir toda nuestra riqueza personal.

* El amor es eterno. Lo es si lo cuidamos, lo cultivamos y lo mimamos cada día. Una vez encontrada la persona adecuada no está la tarea hecha.

Creerlo hace que entremos en una zona de comodidad y de rutina peligrosa. Y la rutina, la pereza, el acomodo, la falta de sorpresa y de misterio son grandes errores. Debemos compartir valores, conversación, intimidad, complicidad, sexo, tacto, contacto y actividades.

Carmen Campo comparte también la idea de que uno de los grandes errores que se comete es que “se olvida que la pareja está en continua construcción. No se debe dar nunca nada por sentado, eso lleva al error de pensar que el otro nos tiene que querer por obligación. Querer es un sentimiento y nunca puedes obligar a nadie a sentir lo que no siente. Lo mejor es que se sienta querido porque va estimular que el otro te quiera; se recibe lo que se da”.

Para Félix López, “uno de los principales errores es que no priorizamos la relación de pareja. Priorizamos el currículum, pero en esta búsqueda de valores individuales –que tiene muchas ventajas– nos olvidamos de que tenemos que entendernos con el otro. Otro gran error es que queremos ser amados, pero no estamos dispuestos a amar. Hemos aprendido nuestros derechos de ser mimados y cuidados, pero los de cuidar están más olvidados”.
Pactos de amor
La comunicación para llegar a acuerdos razonables es fundamental, sin caer en el error de quedarnos estancados en la eterna negociación y el reparto, porque faltaría algo.

Para Carmen Campo, “nada mejor que un clima cordial para llegar a acuerdos de una manera razonable. Eso quiere decir que sobre todo predominen los intercambios positivos y no los negativos y no enmascarar los conflictos. Es normal que los problemas surjan; es peor la paz de los cementerios, esas parejas que nunca discuten, pero superar los conflictos supone calcular bien los límites del enfado, manejar el control emocional por parte de ambos. Cada uno ha de aprender a calmarse a sí mismo y facilitar que el otro se calme. Lo importante es que los enfados se puedan resolver con reconciliación y reconciliarse supone saber pedir perdón. Disculparse por el daño que uno haya podido hacer, sin renunciar a las propias ideas, es una de las inversiones más rentables”. Para negociar, continúa, hay que empezar por “saber escuchar las razones del otro, recordar que la verdad no es absoluta y que cada uno puede tener razones legítimas; exponer las ideas propias de la manera más entendible y si se producen malos entendidos intentar solventarlos. También pensar que son indispensables concesiones mutuas”.

En opinión de Mercé Conangla, la mejor fórmula para pactar es “saber quiénes somos y qué necesitamos, qué estamos dispuestos a ceder y qué no, qué nos conviene y qué nos daña. A partir de esta clarificación inicial hay que dialogar de forma honesta, expresando nuestro pensamiento y sentimiento de forma clara. Lo que no se dice y esperamos que nuestra pareja adivine se convierte en material de frustración. El otro no puede saber cómo amarnos bien si no le comunicamos nuestro pensar, sentir y querer”.

La necesidad de llegar a acuerdos se hace más indispensable aún si cabe cuando hay hijos. Ser padres “supone muchos retos –recuerda Carmen Campo–. Uno tiende a utilizar el modelo paterno para imitarlos o para lo contrario y como no hay normas claras es útil que cada uno escuche las razones del otro para llegar a acuerdos. Lo peor que puede pasar a los hijos es recibir mensajes diferentes de los padres”.

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