Año 2003, primavera. Hacía frío aún y el sol se agradecía en la piel.
Eran las fiestas de Piles, un pueblecito de la costa de Valencia, muy próximo a Oliva. Cientos de mariposas revoloteaban por mi estómago antes de salir al escenario.
Era una de mis primeras veces. ¿Quizás la segunda...?
Al verme delante del público, las mariposas se transformaban en miles de animalillos: pájaros de colores, serpientes brillantes, tigres, panteras, aguilas que sobrevolaban por encima de mi cabeza observándome temblorosa sobre la madera del escenario, pero sintiéndome al mismo tiempo grande, llena, feliz, más yo que nunca...
La magia del escenario. La magia de la danza.
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